Faltaban sólo cuatro días para que asumiera por tercera vez la presidencia de la Nación. El 61,68% del electorado argentino (7.286.034 votos) lo había elegido dos semanas antes, el 23 de septiembre de 1973. Fue el último cumpleaños de Juan Domingo Perón y el más duro.
Días antes caía asesinado por "Montoneros", José Ignacio Rucci, hombre de confianza suyo y secretario general de la CGT. Uno de sus fieles acompañantes llegó a confesar en 1991 en los jardines de la entonces abandonada y ahora desaparecida residencia "17 de Octubre" del madrileño barrio de Puerta de Hierro, que aquel día de su 78° aniversario en Buenos Aires, Perón estaba nervioso, cosa inusual en él.
Recibió varios llamados de amigos suyos que se habían reunido en la capital de España para brindar por él a la distancia. A todos les contestó más o menos lo mismo: "No se cuántos años me quedan, pero nunca serán iguales a los de allí". Para rematar: "Todavía no empiezo y ya estoy loco (...). No dejen de llamarme porque muchas veces me siento solo y necesito aire fresco". Era la soledad confesada del presidente electo, que barruntaba el encuentro con viejos fantasmas y sellaba sus restantes nueve meses de vida. "El sabía que venía a morir, pero para dejar para los tiempos el signo de la paz de los argentinos", dijo con emoción Ricardo Balbín en su histórico mensaje de despedida al viejo general en 1974 en el Congreso de la Nación.
Pero su estado de ansiedad pasaba también por el pensamiento de que el horror podía germinar en aquella sociedad argentina traumatizada tras la vuelta a la democracia, luego de 7 años de la fracasada "Revolución Argentina". Quizá también por eso días antes arengó en su casa de Vicente López a dirigentes juveniles de su partido e incluso a jóvenes del FAR y Montoneros, para persuadirlos de la violencia, haciéndoles conocer sus desventajas, poniendo de ejemplo el Chile de Salvador Allende, muerto pocos días antes: "Los ingredientes de la revolución son siempre dos: sangre y tiempo. Si se emplea mucha sangre se ahorra tiempo, si se emplea mucho tiempo se ahorra sangre. Le insto a organizarse porque la revolución hay que hacerla "piano", "piano" y "bien hecha".
Ese era el Perón final por eso aquellas últimas 78 velitas parecían encender un pasado entumecido de rencores que él mismo trató de evitar, pero nunca lo consiguió. Entonces, 8 meses después, al cerrarse el telón de su existencia, quedaba en el aire su "único heredero": el pueblo. "Después de mí, el caos", se le había oído en la intimidad.
Quizá porque no encontrar un hijo apto para conservar la especie peronista era como llevarse a la tumba los genes del '45. Pero dicen los genuinos justicialistas que no fue un acto de egoísmo sino de resignación. Quedó la estela, eso sí..., pero no su esposa, que apenas fue un átomo de su sombra. Quedó la estela de 30 años de omnipresencia política, pero solo en el nombre de su partido, en su retrato y en el de Evita. Sin embargo, algunos de los pretendidos herederos que abogaron por un lugar en el desierto podio del mito, lo encontraron. Una vez allí, vigilaron la herencia hasta hacerse con el poder y vibrar con la memoria original según las necesidades del momento.
Hoy, la actual versión oficial compara sus logros con los del primer Perón (1946-1952). Y algo de verdad hay. Pero también hay coincidencias con los errores del general en fin es algo como para recuperar la gloriosa revolucion justicialista.
De su último cumpleaños a hoy, han pasado 35 años. Pilar Franco Bahamonde (la hermana "socialista" de Francisco Franco) resumió en su casa de Barcelona lo que percibió de Perón al llamarlo aquel 8 de octubre de 1973 para desearle feliz cumpleaños: "De feliz, nada...estaba más triste que un caracol".
Cosa triste .....¿no?, al menos para un joven militante como yo quien ve en el una fuente de inspiracion.
Sea como sea desde este humilde lugar le decimos tranquilo General !!!!
algo prendera de esa semilla de pais que tenias, o al menos vamos a tratar!!!!!